En los últimos años se ha desarrollado la técnica de la facoemulsificación como técnica de elección en el tratamiento de la catarata. Requiere una incisión pequeña, lo que acelera enormemente la recuperación postoperatoria del paciente y reduce el astigmatismo resultante, con lo cual la visión es buena a los pocos días de la intervención.
Consiste en ir disolviendo poco a poco el cristalino por medio de los ultrasonidos, apareciendo una emulsión que puede aspirarse a través de un terminal muy fino. A continuación se coloca en su lugar una lente intraocular, que permite que tras la intervención el paciente no precise unas gafas de muchas dioptrías y en ocasiones proporciona incluso una buena visión sin ninguna corrección óptica.
Recordamos todavía los pacientes que hace no muchos años, tras ser operados de catarata, necesitaban unas gafas muy gruesas al no haberles sido implantada la lente intraocular. Estas lentes también están en continua evolución, mejorando en la biocompatibilidad, es decir, en la tolerancia del ojo, así como en las propiedades físicas, de forma que muchas de ellas son incluso plegables para que puedan ser introducidas en el ojo a través de un mínimo espacio y una vez dentro del globo ocular se despliegan y extienden, proporcionando una gran calidad visual.
Una variedad de la facoemulsificación es la técnica llamada MICS o cirugía de microincisión, en la que la herida quirúrgica es todavía menor.